Las emociones de un niño privado de libertad se yuxtaponen a una masa de humanos hacinados entre mecanismos. Una torre de espejos le enreja el cielo a maniquíes sin cara. Cámaras-insecto vigilan una calle vacía. Todas las estructuras se deforman en cárceles y cementerios, el niño llega a la conclusión de que el lugar, en donde está encerrado, ha sido históricamente un centro de tortura.